De
vuelta a casa, Mauro camina taciturno junto a su mujer, Sandra.
Hace frío y
ambos llevan sus abrigos abrochados hasta arriba, gruesas bufandas y gorros de
lana. Apenas les asoman los ojos entre la ropa.
-¿Crees
que la terapia me está yendo bien? –Pregunta Mauro.
-Espero
que sí, porque está resultando cara –observa Sandra.
-Pues
yo sigo teniendo ganas de fumar…
-El
doctor Fernández dice que estás haciendo grandes progresos (pizza).
Mauro
se detiene de golpe, se pone a la pata coja y ladra, mirando con ojillos de
incomprensión a su mujer.
-¡Mauro,
deja de hacer el tonto y camina, por favor! –Ríe ella.
-Pero…
Una
señora pasa por su lado y mira a Mauro con incredulidad. Aprieta un poco el
paso hasta que les adelanta. La pareja ve cómo la señora ladea la cabeza y
sigue caminando aún más deprisa.
Mauro
recupera la compostura y vuelven a caminar. Pasan por delante de una cafetería
atestada, de aspecto acogedor.
-¿Quieres
tomar un café? –Pregunta Mauro.
-Pizza –dice
ella, y, acto seguido, Mauro se pone a la pata coja y vuelve a ladrar.
Sandra
ríe malévolamente.
-Oye,
¿qué tratos estás teniendo tú con el tal Fernández? –Espeta Mauro.
En vez
de contestar, Sandra esboza una sonrisa perversa que Mauro no ve por culpa de
la bufanda.
-Macarrones
–ordena ella…
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