martes, 10 de diciembre de 2013

El virus

-¡Unfrikj, informe de daños!
La lanzadera Crísalis 3, con destino a Zertak, ha estado a punto de llevarse por delante un fragmento de asteroide. Una hábil maniobra del Capitán Sed ha salvado la nave -y a toda su tripulación- del desastre.
-Capitán, los campos de desviación parecen intactos. El escudo externo está algo maltrecho, pero nada que no puedan reparar nuestros mecánicos, señor – Unfrikj es un diligente unfrikjano, seres de una inteligencia media y un gran sentido del honor, habitantes de un pequeño planeta del Tercer Lazo de Andrómeda. Su estatura es considerable, su cuerpo esbelto y el color de su piel tan pálido como el uniforme de la Armada que luce.
-¿Y la carga? –Inquiere Sed. Él es uno de los pocos humanos que se atreven a guiar las naves de carga por aquélla zona. Famosas son las dificultades para la navegación de los asteroides de alludium, un mineral tremendamente raro que es muy difícil de detectar por los sistemas de navegación.
-Estable –confirma Unfrikj. Sus ojos amarillos se fijan en el humano. Se le nota cansado, exhausto. Hace meses que la nueva enfermedad, aún sin nombre, le atenaza. Sed, un humano de mediana edad, fuerte, con un arrojo y un carisma considerables, parece ahora un veterano al borde de la jubilación.
La nueva enfermedad, L-23i, ha sido recientemente declarada como pandemia. Los primeros portadores fueron, precisamente, los unfrikjanos. Cuando se unieron a la Confederación, advirtieron a sus dirigentes, como era reglamentario, de todas las posibles enfermedades, infecciones y o riesgos que el contacto entre unfrikjanos y el resto de razas integrantes de la comunidad intergaláctica podía conllevar. Tras rigurosos estudios se llegó a la conclusión que el virus L-23i, del cual todos los habitantes de Unfrikjaa son portadores y que forma parte imprescindible de su sistema reproductor, no podía transmitirse a ninguna otra criatura si no era a través de un contacto íntimo. Como, por motivos religiosos, los unfrikjanos rechazaban cualquier tipo de interacción física con otro ser que no fuera de su misma raza, se redujo la posibilidad de infección a menos del uno por millón.
Los unfrikjanos se reproducen solamente una vez en la vida. El virus del cual son portadores es, al mismo tiempo, vehículo para dar y quitar la vida. La pareja que decide perpetuar la especie se infecta con el virus. La madre lleva a término, siempre con éxito, el embarazo de una pareja de gemelos de ambos sexos. A los tres años, los retoños ya son autosuficientes y los padres mueren a causa de la enfermedad.
Científicos de la Confederación han compartido conocimientos con los unfrikjanos y han estudiado con fascinación esta faceta de sus vidas. Son un pueblo en franco retroceso demográfico desde la apertura de las fronteras estelares. Los jóvenes conocen otros mundos, otras mentalidades, y son menos abnegados. No se resignan a llegar a su edad adulta para reproducirse y morir. Muchos quieren viajar, vivir más años. Como Unfrikj.
El puente de mando está silencioso. Los controles titilan y muestran gráficos azulados como fantasmagorías en la atmósfera artificial.
-De acuerdo, Unfrikj –Sed mira autoritariamente a su subordinado-, hable con Lemedenn para que envíe a sus mecánicos a reparar el escudo externo. Si alguien me necesita, estaré en mi departamento.
El Capitán Sed se levanta y empieza a tambalearse. Su cara sudorosa palidece. Si no fuera por su determinación, sin duda se desmayaría, pero aún tiene fuerzas para hincar la rodilla en el suelo y apoyar su puño izquierdo para evitar la caída.
-¡Cari! –Grita Unfrikj, sin importarle que el resto de la tripulación le oiga- ¡Cariño!
El unfrikjano corre y se arrodilla ante Sed. Le coge de la mano y se la besa con sus labios delgados y ásperos.
-¡Quita, coño! –Refunfuña el capitán-¡Te he dicho mil veces que no me llames así en el puente de mando!
-Lo siento, cari… capitán, yo… ¿estás bien, cielo?
-¡Que te quites, hostias, que me comprometes!

El capitán se levanta como puede y aparta al unfrikjano con desdén. Se aleja tambaleante y lo deja atrás, arrodillado y sollozante, deseando haberse acoplado con una hembra de su especie y no con aquél hombretón insensible…

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