Los
ventiladores del techo apenas mueven el aire estancado de la sala, mientras el
bochornoso Sur se encarga de empapar de sudor las ropas de los asistentes al
juicio.
En el gallinero,
los negros se apiñan en bancos desvencijados, separados de los blancos que, más
cómodamente ubicados, observan impávidos cómo el Juez Sherman apura su
limonada, allá en el estrado.
-Abogado,
puede proceder con el interrogatorio.
Un
eléctrico personajillo, vestido con un traje que se mantiene seco e impoluto a
pesar del calor, se acerca al testigo y, tras aclararse la garganta, inquiere:
-¿No es
cierto, señor Graham, que usted estaba en la gasolinera del viejo Edwards la
noche que desapareció el niño, el pequeño Clayton? RECUERDE QUE ESTÁ USTED BAJO
JURAMENTO.
-Sí, es
cierto –responde Graham, algo nervioso.
-¿Y no
es cierto, también, que usted y Edwards se reunían a menudo con Andrew McMorrigan,
el propietario del Three Green Oaks, y que en ésas reuniones mantenían contacto
con Steve Lindemayer, el barbero, quien a su vez les presentó a Joshua Starter,
dueño de la plantación de tapioca que hay al este del pueblo?
-¡PROTESTO,
SEÑORÍA! –Brama el Fiscal Lenny Stewart, enorme, rosado y sudoroso como un gran
puerco- La pregunta del letrado es capciosa.
-Se
acepta –refunfuña el Juez Sherman-: ¿A dónde quiere llegar, letrado?
Hay
murmullos en la sala cuando el abogado hace una pausa teatral. Solo cuando
levanta el brazo para rascarse vagamente el cogote se puede apreciar una leve
mancha de sudor en su axila.
-Muy
bien, formularé mi pregunta de otra manera –acepta, finalmente-: Señor Graham,
¿no es cierto que ustedes secuestraron, violaron, asesinaron, descuartizaron y
se comieron al pequeño Clayton la noche de autos?
Gran
estupor en la sala. Gritos, llantos, protestas. Los ventiladores parecen
detenerse y el aire se hace más espeso.
-Pues
no, no es cierto –responde, serenamente, Graham.
-Ah,
pues nada –comenta, sorprendido, el abogado-. Pues… No hay más preguntas,
Señoría.
-¿Ya
está? ¿Esa es toda su estrategia? –Exclama el Juez Sherman.
-Nada,
si el hombre dice que no fueron ellos, es que no fueron ellos, y mi defendido
tampoco fue. Habrá que seguir llamando testigos hasta que salga el que haya
sido. DE AQUÍ NO SE VA NADIE HASTA QUE NO SALGA EL QUE HAYA SIDO…
-¿Pero
cómo puede presentarse a un juicio así, por el amor de Dios?
-Ay, no
sé, tío, no me rayes…
Buena idea, Alca.
ResponderEliminarQue los 140 ¿principales? carácteres nos tiene limitaditos.
Enhoraguena.
EvaP.
Muchas gracias.
EliminarA ver si, poco a poco, voy mejorando este sitio.